Antiguamente se encendían hogueras en las plazas de los diferentes pueblos y barrios. Alrededor de estos fuegos, los niños quemaban y hacían rodar las fallas. También competían entre ellos a ver a quién le duraba más tiempo la falla encendida y quién quemaba más fallas.

En Andorra la Vella incluso había competencias entre las plazoletas de los diferentes barrios. En otros pueblos, como les Bons i la Mosquera o Sornàs, los niños bajaban las fallas haciéndolas girar mientras corrían desde un pui o colina hasta la plaza donde estaba la hoguera.

Cuando los pequeños fallaires llegaban a la adolescencia, sus intereses y compromisos cambiaban, así que la cremada de falles se dejaba de lado. Con la recuperación de la tradición en 1987 por parte de un grupo de jóvenes de Andorra la Vella, quemar fallas pasa a ser también algo de adultos.